LOS MIEDOS DE UNA BUENA PLUMA

Una buena pluma...

Carmelo Urso
entiempopresentegmail.com

A lo largo de los años, algunos lectores me han honrado con palabras de afecto y estímulo; dicen que tengo “buena pluma”… aunque más bien tengo “buen teclado”, pues rara vez escribo a mano.

No obstante, hace algunas décadas, yo literalmente escribía a pluma. De niño, estudié en un riguroso colegio italiano de Caracas. Desde segundo grado, se nos impuso una implacable norma: redactar exámenes y trabajos con bolígrafo (incluidos los de matemática); si errábamos, no quedaba más remedio que tachar… ¡y cada tachón restaba puntos a nuestras calificaciones!

Durante cinco años, se templó mi escritura infantil con esa férrea disciplina. Mi caligrafía nunca mejoró: siempre fue horrible; pero mi ortografía y mi sintaxis –tanto en español como en italiano- admitían escasos errores.

Hasta los 16 años no sentí miedo al escribir: redactaba con eficacia los aburridos trabajos e informes de bachillerato. Al año siguiente, ya en la Universidad, enfrenté un miedo inédito: aprender a escribir a máquina…

Parecerá ridículo, pero en algún momento pensé en dejar mis estudios de periodismo… ¡por miedo a las máquinas de escribir! Saqué bajas calificaciones en mis dos primeras prácticas de redacción, pues no sabía lidiar con las viejas y aparatosas Remington de duro teclado que abundaban en la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela (UCV).

Imagen de la Ciudad Universitaria de Caracas, donde estudié

Compré una Olivetti “portátil” (casi 3 kilos), de teclado mucho más ligero que las Remington “ucevistas”: aquella fiel compañera me salvó de un fracaso universitario que yo, en mi neurosis, presumía inminente. Así, pasé de “buena pluma” a “buen teclado” (pese a mecanografiar con dos escasos pero rápidos dedos).

Un segundo miedo trascendí ese año: pasar del “anonimato” a firmar en prestigiosos diarios nacionales y regionales. Paradójicamente, aquello fue menos intimidante que escribir a máquina: tres años después, había publicado más de cien artículos de opinión en 35 diarios de todo el país sobre los más diversos temas: literatura, política, economía, cultura –sin ser un verdadero experto en ninguna de esas materias; sin embargo, mi ego afrontó una amarga desilusión: descubrí que nadie recuerda a los anónimos periodistas que firman notas en los diarios. La gente, si acaso, retiene en su memoria unos pocos titulares… y ni siquiera eso: en el tumulto de noticias nuevas, las viejas son rápidamente relegadas; con razón, el cantante puertorriqueño Héctor Lavoe definía los amores prescindibles y fugaces como “periódicos de ayer”.

Héctor Lavoe y su famoso Periódico de ayer

Después de eso, en plena época de las computadoras personales, a mi “buena pluma” le tomó casi veinte años superar un tercer y definitivo escollo: el pánico a escribir con Amor y sinceridad.

Dos décadas pasé redactando los textos más inverosímiles, desde artículos bajo seudónimo que apoyaban el derecho a fumar (hábito que no tengo) hasta discursos para ministros cuya ideología política no compartía. Era extraño: redactaba con soltura y festivo cinismo aquellos textos mercenarios, en los que mi Alma, mis sentimientos y convicciones no estaban involucrados.

En cambio, cuando intentaba escribir un poema, cuento o ensayo desde mi intimidad, desde mi corazón… la hoja, simplemente, quedaba en blanco…

Como no tenía intimidad conmigo mismo, como no era Amor capaz de reflejar y verter Amor, comunicaba lo único podía comunicar: incomunicación.

Recién a la edad de 38, maduró en mí la plena capacidad de comunicar –vale decir, la capacidad de experimentar Amor a través de mi don: la escritura.

Afable lector o lectora: nunca es tarde para vivenciar tu don desde el Amor que consuela, alegra, fortalece, entusiasma, revitaliza y enamora… ¡que sana e ilumina tu mundo porque sana e ilumina cada porción de ti mismo!

Cualquiera puede ser una “buena pluma”… ¡y pasar la Vida entera escribiendo elocuentes mentiras, verdades a medias, cínicas fabulaciones!

En cambio, el Amor infinito del Padre puede transformar a una “pluma modesta” en eficaz instrumento para expresar verdades irrebatibles, eternas.

Hoy en día, en plena era de la laptop, mi “buena pluma” ya no es mía. Es la pluma de mi Padre que, a la hora de escribir, vacía mi corazón de todo lo que no es Él y lo llena con Su inspiración infinita.

Por eso, cuando ahora me felicitan por un texto, suelo decir: “los aciertos son del Espíritu; los yerros son de mi ego –que con cada escrito anhela sanar”.

¡Porque la única pluma infalible y eterna es la del Uno que es incondicional Amor!

8 comentarios en “LOS MIEDOS DE UNA BUENA PLUMA

  1. Hola Carmelo hermano en Cristo, que gusto, que gozo experimenta mi corazón, cuando mis ojos leen lo que escribes. Me gusto mucho dejo que el vacíe mi corazón de lo que no es El y lo llene de su inspiración infinita. si me lo permites utilizare esta idea muchas veces. Eternamente agradecido. florentino

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  2. Parece que era una pluma destinada a expresar la Verdad, pero esto ha podido suceder gracias a tu decisión de alinear o unificar tu propósito con el de Él, a tu decisión de poner tus dones a Su servicio, Gracias por el coraje que esto requiere.

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  3. «el escrito».

    Elevado el pensamiento escrito,
    que engalana la hoja en blanco,
    la hoja sedienta de ser poseída,
    por la pluma o el teclado.

    Felicidades Carmelo, Gerardo.

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