Carmelo Urso
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En el principio existía la Eternidad y la Eternidad estaba con el Uno… y la Eternidad era el Uno.
Y el Uno se bastaba a sí mismo. Nada necesitaba fuera de sí. Y en el Uno se congregaban el Padre y el Hijo, la Madre y el Hijo –indivisibles y eternos.
Pero aconteció –en un demente instante- que el Hijo percibió la necesidad de verse separado de su Padre/Madre.
Percibió la necesidad de ser uno separado del Uno… ¡y constituir así su pequeña y minúscula unidad!
Y así el Hijo –que eligió llamarse Karma– abandonó el tranquilo cauce de la Eternidad… ¡y se sumergió de lleno en el agitado caudal del Tiempo!
Todas las cosas que el Karma eligió percibir y experimentar –Universos, galaxias, astros, planetas y las cosas que en ellos prosperan- tienen transitoria y cambiante existencia en el fluir del Tiempo.
Todo cuanto se puede percibir se hizo en el Tiempo…
Fuera del Tiempo (que es íntimamente ilusorio), sólo queda la Eternidad (que es imperecederamente Real). La Paz es imposible en el primero; la Paz –que es imperceptible para todo sentido terrenal– es la esencia y substancia de lo Eterno.
Con amorosa paciencia, el Padre/Madre observa al Hijo distraído en su excitante pero infructuoso juego de ser uno fuera del Uno. Y le entristece un poco ver que su vástago –alias Karma– es incapaz de conseguir la Paz.
Un día, el Padre vio tan perdido al Hijo que decidió auxiliarlo… para ver si lo ayudaba a tornar a la Paz del hogar.
Y es así que cada vez que el Hijo cree morir –en otra de sus infinitas y falsas muertes- el Uno le envía una Luz… Luz que brilla en las tinieblas y que las tinieblas jamás vencerán.
Esta Luz siempre destella para dar testimonio de la Eternidad. Y si el Karma alguna vez le prestara debida atención, escucharía a la esplendente Luz del Uno decirle:
“Amado, el sendero de la Eternidad está despejado
Aunque tus ojos no puedan contemplarlo
La roca del Tiempo es erosionada
Por el río de tu cambiante percepción
Despeja tus ojos de la erosión del Tiempo
Y retorna al sendero que desemboca en el río de la Eternidad”.
El Hijo aún se debate entre seguir surcando el agitado cauce de lo ilusorio o desembocar finalmente en el calmo cauce de lo Real.
Y no importa cuánto Tiempo despilfarre el Karma en sus inútiles juegos y adicciones, en sus pasajeros placeres, en sus febriles disputas y guerras, en sus intrascendentes victorias y derrotas.
El plácido Río de la Eternidad le seguirá esperando por siempre…
Hermosa narración, gracias y un beso lleno de bellas armonias.
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Carmelo: Es sensible y pleno lo aquí narrado. Siento que el tiempo fué el espejo para vernos; y al hacerlo, nos separabamos. Así hemos estado, pero al voltear hacia dentro nos hemos felízmente encontrado.
Escribí unos pensamientos que con gusto comparto.
» El tiempo «.
El tiempo pasa sin dejar su huella.
El tiempo es algo que nos envuelve, y nos lleva
a lugares siempre ilusorios.
El tiempo es el que nos dice si es de mañana, tarde ó noche.
El tiempo nos dá la edad y en ella la niñez, juventud,
adolecencia, adultez y hasta la vejez.
El tiempo nos nace y nos muere; y ahora comprendo que
el tiempo no existe, así como el velo de su irrealidad.
El que no tiene tiempo nunca jamás, es el Ser.
Soy todo en la nada. Soy la Luz que duerme al tiempo.
Con amor y gratitud. Gerardo.
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Bello tu relato y también los versos sobre el tiempo que nos ha regalado Gerardo!
Un abrazo!!!
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Gerardo es dotado poeta…
Saludos,
el Urso
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bello, bellísimo! completa, total y amorosamente identificada!
mids
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Excelente el mensaje, pregunto el karma y el ego son lo mismo.
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Desde mi perspectiva, sí.
Un abrazo, Ramona, y sigue con el Curso.
Carmelo Urso
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Un regalo Divino, solo nosotros somos dueños de disfrutarlo según nos convenga, deberiamos aprender a usarlo en bien de la Totalidad y así su disfrute seria completo, gracias y un beso lleno de bellas armonias.
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