Carmelo Urso
twitter: @carmelourso
El petróleo es fruto del tiempo; miles de millones de años hicieron falta para que se formara en lo más profundo de la tierra.
El petróleo es viejo aceite de la piedra; es jugo fósil de la roca; oro negro que a veces es negrísimo y a veces tan amarillo como el propio oro.
El petróleo nació del agua. Nació del río, del océano. Y de millones de especies –grandes y pequeñas– que vivieron, lucharon y murieron en ellos.
Se necesita una increíble cantidad de cosas para que el petróleo exista. Algunas sencillas. Unas más raras. Otras, simplemente extremas.
Ante todo, conviene tener un Cosmos propicio para la vida, en el que graviten infinidad de galaxias. Galaxias llenas de soles. Soles orbitados por un sinfín de planetas.
Luego, necesitamos un planeta adecuado. Ni muy grande ni muy pequeño. Ni muy frío ni muy caliente. Ni muy distante ni muy cercano a un sol de preferencia mediano.
Sería ideal un planeta azul. Azul como el mar que bordea a las playas de suaves arenas y a las costas rocosas. Como el cielo que es celeste espejo de la mar.
En un mundo así –lleno de agua y tierra– era inevitable el milagro de la vida. Y de la vida al petróleo hay tan solo un paso. Un paso que lleva una cósmica infinidad de tiempo.
La vida comienza siempre en pequeño. Se convierte la semilla en majestuoso árbol. La larga serpiente nace de un pequeño huevo. En la Tierra, todos comenzamos siendo unos seres minúsculos: las arqueobacterias.
Crecieron en lugares hostiles: ríos de aguas hirvientes, géiseres humeantes, lagunas saturadas de sal. Sus restos, que se acumularon en la Tierra primitiva, se convirtieron en petróleo millones de años después.
Con el tiempo, las arqueobacterias comenzaron a cambiar, a especializarse: unas, se nutrieron de la luz del sol y produjeron oxígeno; otras, como caníbales, se alimentaron de sus hermanas bacterias.
Esos seres minúsculos que producían oxigeno eran las cianobacterias. Mitad alga, mitad bacteria, dominaron el mundo durante 1.500 millones de años. Sin ellos, no existiría la atmósfera del planeta azul. Acumulándose en el fondo de océanos y ríos, originaron gran parte del petróleo del planeta.
Junto a las cianobacterias evolucionaron otros seres del reino vegetal. Y con ellos crecieron animales grandes y pequeños que poblaron los océanos.
Nada más maravilloso que un planeta azul que rebosa de vida. Pero la vida que evoluciona siempre encuentra obstáculos que, al ser superados, la vuelven más fuerte. Dificultades que a veces parecen insuperables.
Hace 400 millones de años una estrella estalló. Un chorro masivo de radiación se precipitó sobre el planeta azul. La atmósfera casi desapareció. 8 de cada 10 de seres que poblaban los océanos murieron.
Este evento es conocido como la extinción en masa del Ordovícico. En aquel tiempo, se formó buena parte del petróleo del planeta.
Pasaron 150 millones de años. El planeta azul se recuperó. La vida floreció en todas sus formas, tanto en la tierra como en los océanos. En los continentes dominaban los pelicosaurios, grandes reptiles con apariencia de mamíferos que poblaban enormes bosques. Los mares eran regidos por grandes peces y moluscos.
Sin embargo, otra gran tragedia ocurrió. Dos fueron sus causas: la caída de un meteoro y la erupción volcánica más larga de todos los tiempos, que se prolongó en Siberia durante un millón de años.
La atmósfera se sobrecargó de dióxido de carbono, metano y sulfuro de hidrógeno. Murió el 95% de las especies. Este evento se conoce como la extinción del Pérmico. Mucho petróleo se formó en aquel tiempo.
Por vía natural, y por grandes cataclismos, restos vegetales y animales se depositaron en cantidades inimaginables en los lechos de los ríos y en el fondo de los océanos durante millones de años.
Esos restos orgánicos fueron cubiertos por arena, sedimentos de piedra y minerales. La materia orgánica que originó el petróleo se acumuló en zonas de aguas tranquilas, donde abundaban rocas de grano fino.
Esa materia orgánica –sepultada al vacío, sin oxígeno– comenzó a descomponerse. Por arriba, era sometida por la fuerza y la presión de grandes capas de tierra. Por debajo, era cocinada por las altas temperaturas del interior del planeta.
A la debida presión y temperatura (entre 50° y 70°), el petróleo se formó de la unión de una roca porosa con materia orgánica. Esa roca acumula el aceite fósil de los siglos. La roca madre más común es la lutita.
Tras formarse en la roca madre, el petróleo no se queda quieto. Fluye, agitado por los movimientos internos de la tierra, hasta que es atrapado por una capa de roca impermeable.
El petróleo no forma lagos como el agua, sino que impregna, en grandes acumulaciones llamadas yacimientos, a la tierra que como esponja lo retiene.
Y así, en lo profundo de la tierra, quedó reposando siglos y siglos el viejo aceite de la piedra, el jugo fósil de la roca, esperando ser transformado en la energía que mueve a nuestro mundo.
» La Tierra «.
Existen dos soles,
una adentro y otro afuera.
La historia
se escribe a la luz de los
limitados sentidos físicos.
Los aceites de la tierra
son parte de tu cuerpo,
necesarios para evolucionar.
Y recuerda
que más allá del sol,
está tu alma, que anhela
en una nueva tierra despertar.
Con cariño y gratitud.
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EL PETRÓLEO FRUTO DEL TIEMPO
PERO LA CONTAMINACIÓN DE HOY
LAS ENTRAÑAS DE NUESTRA MADRE TIERRA
SE VEN AFECTADAS.
LIMA – PERÚ
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