HISTORIAS DE ÁNGELES

WALLPAPERS[RU]. Art Pack 07'2002

Las cosas no son siempre lo que aparentan

Autor: Anónimo

Dos ángeles que viajaban pidieron refugio en el hogar de una familia rica para pasar la noche. En lugar de ubicarlos en el cómodo cuarto de huéspedes de la mansión, el potentado los hospedó en el frío del sótano, donde ni siquiera camas había. Antes de echarse a dormir en el suelo, el ángel más viejo se percató de un agujero que había en la pared y con su poder celestial lo reparó y lo selló. Cuando el ángel más joven le preguntó por qué había arreglado el muro, el ángel viejo le contestó: «Las cosas no son siempre lo que parecen».

Un día después, los ángeles se hospedaron en un hogar muy pobre, pero el granjero y su esposa eran muy hospitalarios. Después de compartir el poco alimento que tenían, los esposos cedieron su lecho a los ángeles para que durmieran cómodos el resto de la noche.

A la mañana siguiente, los ángeles encontraron al granjero y a su esposa sumidos en honda tristeza: su única vaca, de la cual obtenían dinero por la leche, yacía muerta en el campo. Molesto, el ángel joven le preguntó al ángel viejo: “No entiendo tu forma de proceder. Al primer hombre, que lo tenía todo y nos negó sus comodidades, le ayudaste tapando el hueco de su pared; en cambio, dejaste morir la única vaca del granjero y su mujer, que teniendo muy poco, compartieron con generosidad sus escasas provisiones.

«Las cosas no siempre son lo que aparentan», contestó el viejo ángel. «Cuando estábamos en el sótano de la mansión, noté que había una gran cantidad de oro escondida en el agujero de la pared. El potentado era tan avaro y estaba tan poco dispuesto a compartir su buena fortuna, que sellé con artes mágicas la pared para que él jamás vuelva a encontrar el tesoro que le obsesiona y envilece. Anoche, en cambio, justo antes de dormirme, recibí un llamado del Ángel de la Muerte. Venía a llevarse a la esposa del granjero. Le persuadí para que no lo hiciera. Pero como no podía irse con las manos vacías, le di la vaca en lugar de la mujer…».

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Historia de un Ángel

Autor: Anónimo

Había una vez una niñita sentada en un parque. Vestía un traje descolorido y zapatos rotos. La niña se quedaba sentada mirando a la gente pasar y sin decir palabra. Las personas transitaban a su lado, pero nadie se detenía a preguntarle qué le ocurría. Yo fui uno de los tantos que siguió de largo sin prestarle atención.

Al día siguiente volví a pasar por el parque. La niña seguía allí, en el mismo lugar. Con la misma mirada de tristeza en sus ojos. Curioso, me acerqué a ella. Entonces, noté que tenía una joroba en la espalda.

Ella me miró con una tristeza tan profunda que me rompió el alma. Me senté a su lado y sonriendo le dije:»hola». La pequeña me miró sorprendida y con una voz muy baja respondió a mi saludo.

Hablamos durante horas, hasta la hora del ocaso. Cuando sólo quedábamos nosotros dos en el parque, le pregunté por qué estaba tan triste.

La pequeña me miró y con lágrimas en los ojos me dijo: «Porque soy diferente».

Yo respondí con una sonrisa: «Lo eres». Y ella dijo aún más triste: «Lo sé».

Le dije: «Pequeña, ser diferente no es malo. Tú me recuerdas a un ángel dulce e inocente».

Ella me miró y por primera vez sus ojos brillaron con la luz de la alegría.

Despacio, ella se levantó y dijo: «¿Es cierto lo que acabas de decir?».

«Sí», le respondí. «Eres como un pequeño ángel guardián enviado para proteger a todos los que caminan por aquí».

Ella movió su cabeza afirmativamente. Y ante mis ojos algo maravilloso ocurrió. Su joroba se abrió y dos hermosas alas salieron de ahí.

Ella me miró sonriente y dijo: «Yo soy tu Ángel Guardián».

Yo no sabía qué decir.

Ella me dijo: «Por primera vez en tu vida fuiste capaz de mirar más allá de ti mismo. Te condoliste del sufrimiento ajeno. Mi misión está cumplida».

Entonces, le pregunté por qué nadie más le había ayudado.

Sonriendo, me dijo con picardía: «Tú eres la única persona que podía verme». Y ante mis ojos incrédulos desapareció de repente, como una etérea pompa de jabón que de pronto en el aire se esfuma…

Abbott Handerson Thayer, Angel, 1889

El Ángel
Por Hans Christian Andersen

“Cuando muere un niño bueno, Dios envía un ángel al planeta. Éste lo abraza candorosamente, extiende sus grandes alas blancas y emprende el vuelo por encima de todos los lugares que el pequeño ha conocido y amado. Recoge muchas flores a su paso y se las lleva al Cielo para que florezcan allí más hermosas que en la Tierra. Dios toma las flores entre sus brazos y besa a la más hermosa, que recibe así el don de la palabra para cantar las bienaventuranzas del Paraíso…”.

Un ángel le contaba esta historia a un niñito recién fallecido que llevaba en sus brazos; y el niño le oía extasiado, como quien escucha entre sueños, mientras volaban sobre jardines colmados de flores.

–¿Cuáles nos llevaremos para plantarlas en el Cielo? –preguntó el ángel.

Entonces, vieron un magnífico rosal, pero una mano perversa había partido su tronco. Y sus ramas colgaban, llenas de capullos secos.

–¡Pobre rosal! –exclamó el niño– Nos lo llevaremos y junto a Dios florecerá.

Y el ángel tomó el quebrantado rosal y le dio un beso al niño en la frente.

Luego, recogieron muchas flores hermosas, y también unas humildes margaritas y violetas silvestres.

–Ya tenemos un buen ramillete –dijo el niño; el ángel sonrió, pero aún no levantó el vuelo para ir al cielo. Era de noche. Todo estaba en silencio; se quedaron en la ciudad, y pasaron por un callejón muy angosto en que había montones de paja, de ceniza, de basura. Había también trozos de loza, pedazos de yeso, platos rotos, trapos y sombreros viejos. Cosas que ya no servían.

Entre aquellas inmundicias, el ángel señaló una maceta rota y un puñado de tierra que las raíces de una planta reseca mantenían unido.

–A ésta también nos la llevaremos –dijo el ángel–. Y mientras volamos te explicaré por qué.

Remontaron el vuelo, y el ángel comenzó su relato:

“Allí abajo, en una escondida casa de aquel estrecho callejón, vivía un niño pobre y enfermo. Estaba siempre en cama; las pocas veces que se sentía bien, lo más que podía hacer era dar un par de vueltas por la habitación, ayudándose con unas muletas; en verano, los rayos de sol entraban por la ventana, pero no más de media hora al día; entonces, el pequeño sentía cómo la sangre corría por sus venas y calentaba su corazón”.

“Un día de primavera, el vecino le llevó un ramillete de flores del campo… y por casualidad, una de ellas conservaba intacta la raíz; el niño enfermo la plantó en una maceta que colocó junto a la cama. Aquella flor creció y floreció. Y cada año, crecía y producía flores más hermosas. El niño se sentía feliz contemplándolas. Le parecía que tenía un jardín para él solo. Aquella humilde maceta era su pequeño tesoro en la Tierra”.

“La regaba y cuidaba. La ponía junto a la ventana para que le diera el sol; las flores despedían un aroma dulce y alegraban la vida del niño enfermo; cuando Dios lo llamó a su Reino, la última mirada del pequeño fue para su planta”.

“Hace ya un año que el niño murió. Y hace un año también que la flor quedó abandonada en su maceta; y como nadie la cuidaba, se secó. Por eso la hemos encontrado entre la basura del callejón. Nadie la quería ya. Pero nos la llevaremos. Porque esta humilde florecilla silvestre ha dado más alegrías que la más bella rosa del jardín de una reina”.

–Pero, ¿y cómo sabes todo esto? –preguntó el niño al ángel.

–Lo sé –respondió el ángel– porque yo fui aquel pobre niño pobre y enfermo que andaba sobre unas muletas. ¡Y conozco muy bien a mi flor!

Sorprendido, el niño miró el rostro esplendoroso del ángel; y en aquel momento se encontraron en el Paraíso, donde reina la alegría. Dios apretó al niño contra su corazón, y al instante le salieron a éste unas alas de plata como a los demás ángeles. Con ellos se echó a volar. También apretó contra su pecho a las flores. Y besó a la marchita silvestre infundiéndole voz. Y ella empezó a cantar con el coro de ángeles que rodean al Altísimo en círculos que se extienden hasta el infinito. Y todos cantaban, grandes y chicos, junto con el buen chiquillo y la pobre flor silvestre que había estado abandonada entre la basura de un estrecho callejón, en una pequeña ciudad del planeta Tierra.

An Angel

5 comentarios en “HISTORIAS DE ÁNGELES

  1. » El Guardián «.

    Luz
    que día a día
    envuelve a tu alma
    en finos linos tejidos de amor.

    Eterno guardián
    del templo que brilla y
    habla en silencio su corazón.

    Es el Ángel
    que te vigila y guía,
    desde lo más alto de la montaña,
    que está arriba donde nace el sol.

    Con cariño y gratitud.

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  2. ” El Guardián “.

    Luz
    que día a día
    envuelve a tu alma
    en finos linos tejidos de amor.

    Guardián
    eterno del templo,
    que siempre brilla y
    habla en silencio su corazón.

    Es el Ángel
    que te vigila y guía,
    desde lo más alto de la montaña,
    que está arriba, donde nace el sol.

    Con cariño y gratitud.

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