Carmelo Urso, H.D.D. Scutaro, André Reinoso
Patinatas caraqueñas de ayer y hoy
Entre las décadas del 50 y 80 del siglo XX, las principales avenidas, calles y plazas capitalinas eran tomadas durante la época navideña por grupos de patinadoras y patinadores. Esta manifestación pascual –émula de las patinatas sobre hielo del Hemisferio Norte– fue introducida en nuestro país en la época del boom petrolero. Los Próceres, La Candelaria, la Plaza Bolívar y el parque Los Caobos, entre otros sitios de la ciudad, se convertían en amenos epicentros de esta fiebre por la velocidad. Equipados con patines de cuatro ruedas de acero, estos jóvenes se desplazaban por la urbe en horas cercanas a la misa de gallo, esparciendo risas y alegría a la espera del nacimiento del Niño Jesús. Las patinatas aún perduran en nuestra Caracas: ahora se realizan con los estilizados patines en línea, robando nostálgicas miradas a padres y abuelos.
La Cruz del cerro Ávila
Su brillo anuncia que las fiestas navideñas están por llegar a la urbe capitalina; desde casi cualquier punto de la ciudad se le puede apreciar; en lo alto, la gélida bruma de la montaña la abraza. La Cruz del cerro Ávila fue encendida por primera vez el 1 de diciembre de 1963, sobre la fachada del Hotel Humboldt. Fue ideada por el ingeniero Ottomar Pfersdorff de la Electricidad de Caracas. Años más tarde, fue adosada a la antena de Venezolana de Televisión, ubicada en el sector de Mecedores, y posteriormente reinstalada en el cerro Papelón del Waraira Repano, donde actualmente fulge para felicidad de todas y todos los caraqueños.
Fuegos Artificiales
No se concibe la Navidad y el Año Nuevo caraqueño sin el brillo y el tronar de los fuegos artificiales, esos que alumbran la noche capitalina con efímeras maravillas que, sin embargo, se graban para siempre en la memoria de quienes las perciben, especialmente las más pequeñas y pequeños de la casa. El centelleante zigzaguear de los cohetes, el retumbar de las matasuegra, triqui-traquis y saltapericos y el alegre chispear de las luces de bengala preludian el nacimiento del Niño Dios y ese abrazo en familia que nunca falta cuando el año viejo se va.
Pan de Jamón
El pan de jamón, exquisitez que engalana nuestra mesa de pascua año tras año, tuvo su origen en 1905, en la panadería de Don Gustavo Ramella, ubicada en la antigua esquina de Gradillas. En aquel popular establecimiento, caraqueñas y caraqueños degustaron por primera vez este manjar elaborado con recortes de jamón de coleto que sobraban de la faena diaria. Hoy, con suculentas añadiduras que resaltan su buen sabor –como las aceitunas verdes o las uvas pasas– el pan de jamón forma parte de nuestro haber culinario, de nuestras tradiciones navideñas más identitarias.
Aguinaldos y villancicos
Entre la algarabía de un “Oh, luna que brilla en diciembre”, la ternura de “Un Niño Lindo” y el júbilo de un “Nació el Redentor”, cada Navidad entonamos estos emotivos cantos que enternecen al corazón más duro. Ya sean de anónima tradición popular o fruto de la inspirada musa de maestros y maestras como Vicente Emilio Sojo, Blanca Estrella de Méscoli y Rafael Izaza, entre otros, este imperecedero repertorio gana adeptos generación tras generación y embelesa, con alegre nostalgia, a quienes mantienen vivas nuestras más genuinas tradiciones, pese a las incesantes transformaciones de la metrópolis.
Hallacas
«Hallaca» deriva del término guaraní «ayúa» ó «ayuar», el cual equivale a “mezclar o revolver”. Esta joya de la culinaria vernácula es pariente del tamal mexicano y de la humita sureña. Siglos de mestizaje le adicionaron ingredientes y sabores que varían según la región venezolana. La hallaca caraqueña, en particular, tiene un dulce toque de papelón. En diciembre, la familia se aglomeraba en la cocina y se repartía los oficios relacionados con la preparación de la hallaca. Algunos aceitaban las hojas de plátano mientras otros preparaban el delicioso guiso que, ya listo, se acompañaba con “el pan de a locha” para ser probado por los abuelos. Luego, se amasaba la harina y el onoto, concluyendo con el crucial amarrado de las hojas. Hermosa usanza que perdura en nuestro arraigo, uniendo lazos de fraternidad en cada hogar capitalino.
El Panettone
El panettone es antiguo manjar de duques itálicos que hoy no falta en nuestra mesa de Nochebuena. Se supo de él por primera vez en el castillo de Ludovico Sforza, Señor de Milán, en 1495, durante una cena de Navidad en la que la corte celebró un gran banquete que concluiría con un suculento postre, el cual, por descuido del hornero, se quemó. Hábilmente, Antonio, uno de los lavaplatos del castillo, quien había amasado un pan especial con las sobras de algunas frutas confitadas y mantequilla para sí mismo, propuso al cocinero servir su austero preparado como postre. Ludovico, al apreciar que la corte quedaba embelesada con su sabor, decidió llamarlo Pan de Toni, o El Pan de Antonio. Centurias más tarde, el banquete navideño de los caraqueños continúa orlándose con esta delicia real, traída por inmigrantes italianos a finales del siglo XIX.
Torta Negra
La Torta Negra arribó por primera vez al continente americano en 1865, a bordo de un velero galés llamado Mimosa, que desembarcó en las costas del actual Puerto Madryn en la Patagonia argentina. Almendras, nueces y avellanas; ron, licor de cacao, de cereza y de naranja la sazonan y aromatizan. La fragancia de los frutos macerados, conjugada con la miscelánea de exuberantes sabores, es digno festín del buen paladar para recibir con endulzada alegría al Niño Jesús.
La Carta al Niño Jesús
Es un hermoso ejercicio de escritura que describe los inocentes pedidos de los infantes, realizados de su puño y letra o en la compañía de sus padres. Estas misivas cargadas de inocencia y alegre expectativa al imaginar los regalos que traerá el Niño Dios, son la respuesta criolla a la cultura anglosajona donde se redactan cartas a Santa Claus o San Nicolás. Escribirle al Niño Jesús es una de las tradiciones más arraigadas en el seno de la familia caraqueña. Es tradición que mantiene viva la ilusión y la esperanza de las más pequeñas y pequeños que despiertan el 25 de diciembre rodeados de juguetes.
El Nacimiento Viviente
El pesebre o nacimiento es una representación religiosa de origen italiano que fue tomada por los españoles y luego transmitida a los países de Hispanoamérica. Se arraigó ampliamente en los estados andinos de Venezuela; después se propagó por las demás regiones del país. Su objetivo es mostrar la natividad de Jesús de Nazaret a través de un montaje escénico, en el que actores -ataviados tal cual la época- interpretan a los eternos protagonistas de esta historia que no languidece con el tiempo. El pesebre viviente es un símbolo de religiosidad popular que convoca cada año a muchas personas en Caracas, en especial de comunidades como La Pastora y Petare.