EL PROMOTOR DE LA LECTURA Y LA ESCRITURA DEL SIGLO XXI

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Carmelo Urso

Hoy en día, la world wide web se ha convertido en una suerte de urdimbre colectiva en la que todos nos escribimos y leemos, todos nos publicamos (a través de twitter, wordpress, facebook, sms, 4esquare y demás redes sociales) y todos nos comunicamos a través de ese tapiz de infinitos hilos que es el hipertexto de la internet.

En ese hipertexto tienen cabida todas las visiones, todos los puntos de vista. ¿La lectura y escritura como producto literario, estético? Perfecto: tenemos entonces el microrrelato, la twitteratura, el micropoema. ¿El texto como elemento de agitación política, como movilizador de masas? Allí tenemos la reciente primavera árabe, en la que el bullicioso zumbido de las redes sociales sirvió para deponer a antiguos tiranos. ¿El texto como entretenimiento, como instrumento de información y hasta de evasión chismográfica? Bueno, el mismo twitter que sirve para agitar o poetizar también es diligente vehículo de la información veraz y del rumor. ¿La lectura y la escritura como medios para acceder al mundo de la información? Nunca como hoy ha habido tal abundancia de conocimiento disponible en los más disímiles formatos. Es por ello  que  Luis Bernardo Peña Borrero, en su texto Tras el mapa de la lectura de Iberoamérica, afirma acertadamente:

Mientras la mayor parte de los modelos tradicionalmente utilizados hasta ahora para estudiar la lectura la han considerado como un acto intelectual, subjetivo y en esencia solitario, el modelo sociocultural pone de manifiesto las limitaciones de esta concepción y propone pensar la lectura en el contexto más amplio de la cultura y de la historia (…).

 

Esta concepción social de la lectura considera la acción de leer como una forma de encuentro con los otros, una manera de tejer redes de sociabilidad entre personas que comparten intereses y modos particulares de leer. La lectura compartida se convierte en un pretexto para el encuentro interpersonal, en el espacio creado por el libro.

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Sólo disiento de Peña Borrero en un punto: donde él dice “el espacio creado por el libro” yo diría “el espacio creado por el texto” (o el hipertexto). Y es que aunque el libro sigue siendo sin duda una importantísima herramienta para la promoción de la lectura y la escritura dista mucho de ser la única. El texto se ha independizado del libro, ha ampliado sus espacios, se ha vuelto fragmentario, discontinuo, ubicuo, etéreo y digital. Y en esa mutante condición, admite los más variados soportes.

Un promotor de la lectura y la escritura del siglo XXI no debería circunscribirse únicamente al venerado y ancestral soporte del libro (que algunos tienen por insustituible fetiche) sino que debería manejar una amplia variedad de recursos. El libro electrónico (multimedial, con imágenes, vídeos y hasta soundtrack) constituye, seguramente, el futuro del libro. La antigua imagen del escritor romántico, con aquel atávico miedo a la página en blanco, ha dado paso al omnipresente escribidor digital que desconoce, desde su más tierna infancia, la condición de “inédito”, pues en algún “muro”, en algún “blog”, en algún espacio virtual se ha visto publicado. Estos cibernautas, constituidos en legión, conforman vastas comunidades de interés en cuya lectura y escritura caben lo trascendente y lo banal, lo obvio y lo quimérico. Es por ello que el promotor de la lectura y la escritura del siglo XXI no sólo requiere de la alfabetización tradicional que provee el sistema escolar sino que debe asimilar toda esta plétora de saberes actuales ligados con la sociedad de la información.

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En tal sentido, el  PLAN LECTOR DOCUMENTO MARCO EN EL QUE SE RECOGEN LAS LÍNEAS GENERALES PROPUESTAS POR LA CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN PARA LA MEJORA DE LA COMPETENCIA LECTORA Y EL FOMENTO DEL HÁBITO LECTOR EN LOS CENTROS EDUCATIVOS DE LA COMUNIDAD AUTÓNOMA DE CANTABRIA, ESPAÑA, señala:

La idea de la alfabetización, reducida en otros momentos al dominio, más o menos elaborado del código escrito en sus formas estandarizadas, encuadernadas y oficiales ya no es suficiente y requiere una ampliación de su enfoque y objetivos. Así, es necesario pasar del dominio y uso de los modelos meramente alfabéticos y verbales, a otros más polifónicos de multiplicidad de textos, discursos y códigos, tanto verbales como no verbales. Todo ello pone al sistema educativo actual ante el reto de desarrollar una pedagogía de la alfabetización global o de las multialfabetizaciones, que permita una comprensión e interpretación de la realidad, valiéndose de una diversidad de sistemas simbólicos. La lectura, por tanto, cobra una dimensión más amplia y exige un tratamiento más profundo y complejo. Consecuentemente, el sistema educativo debe responsabilizarse, inexcusablemente, de la enseñanza de la lectura, pero la consideración de ésta como una destreza más amplia que la mera decodificación del texto escrito demanda también la colaboración, e incluso el compromiso, de las familias y de todo el entorno sociocultural.

 

 

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Vivimos en medio de una revolución que deja en pañales a la gutemberiana: la revolución digital de la información y el conocimiento. Sustraernos de ella y aferrarnos a antiguos (y entrañables) paradigmas equivaldría a añorar a la época de las tablillas de arcilla sumerias, a los papiros mediterráneos, a los minuciosos volúmenes que transcribían, uno a uno, los pacientes monjes medievales. El promotor de la lectura y la escritura del siglo XXI –dinámico, versátil y multialfabetizado– tiene muchísimos retos por delante… y el más grande de todos es perpetuar dos prácticas tan necesarias como ancestrales en un mundo en constante transformación, impredeciblemente cambiante.